
Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años las nubes tomaron siluetas de monstruos, los animales se alteraron y las aguas se agitaron en forma de enormes olas. Este caos no era más que el anuncio de que se acercaba Guayota, el diablo del Teide. Su objetivo era raptar a Magec, que es como se le conocía al sol. Por ello, en cuestión de segundos la isla se sumergió en tinieblas.
Ante esto, los guanches pidieron auxilio a su dios Achamán, quien acudió a la llamada para enfrentarse al monstruo. Tras una lucha en la que hubo lava, nubes de polvo y piedras, Achamán consiguió vencer al diablo y liberar a Magec. Para que no se repitiera el problema, el dios encerró a Guayota en el interior del Teide y, desde entonces, se dice que allí mora, esperando el momento oportuno para volver a salir y amenazar al mundo.
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Hace unos días, los expertos del Comité Científico de Evaluación y Seguimiento de Fenómenos Volcánicos (CCES) calificaban de anómala la actividad volcánica que el Teide viene registrando desde el 2023.
Explicaron que desde entonces, se ha detectado un ligero aumento de la emisión de CO2 y una ligera deformación del terreno, aunque aseguran que los indicios “no parecen ser precursores de un proceso eruptivo a corto plazo, pero sí suponen un aumento en la probabilidad de que se produzca a medio-largo plazo”.
El 2024 finalizaba con varios enjambres sísmicos y durante el mes de enero de 2025 también se han oído noticias sobre movimientos como estos. Sin embargo, desde el comité piden calma y tranquilidad asegurando que tanto el Teide como todos los volcanes de Tenerife están en continua vigilancia y no hay ninguna alerta que indique que debamos alarmarnos.
Parece ser que, por el momento, Guayota sigue descansando en su morada.




