Hay tradiciones que no necesitan grandes anuncios para convertirse en imprescindibles. La Comida de Amigos de la Prensa de Etéreo by Pedro Nel es una de ellas. Un encuentro que, desde hace ya cinco años, marca el cierre del año con un gesto tan sencillo como poderoso: sentarse a la mesa, compartir, brindar y agradecer. Sin artificios, sin discursos largos. Con cocina, con conversación y con ese ambiente que solo Etéreo sabe crear, donde todo fluye de manera natural.
En esta edición, el menú fue un recorrido emocional por los sabores que definen la cocina de Pedro Nel: raíces, técnica, producto y memoria. El inicio llegó con un pandebono colombiano, cálido y reconfortante, casi como una bienvenida a la casa. Le siguió un caldo de gallina con hierbas de azotea de esos que evocan el fuego lento y el respeto por la tradición y que, como el propio chef indicó, estaba inspirado en las hierbas que su abuela plantaba en su azotea. El tiradito de atún con salsa de cítricos y perlas de arroz aportó frescura y equilibrio, mientras que el tartar de vieira con cremoso de ají amarillo, pomada de chiles y crujiente de arroz mostró el lado más preciso y creativo de la propuesta, jugando con texturas y matices sin perder elegancia.

El recorrido continuó con un encocado de langostino y arañita de plátano macho, donde el sabor envolvente y la identidad latinoamericana se encontraron con el producto atlántico, a lo que le siguió una lubina al cava con aceite de salicornia, delicada y luminosa, una de esas elaboraciones que dejan claro que la sencillez bien entendida es, muchas veces, la máxima sofisticación.
El cierre del menú llegó con un guiño inequívoco a la identidad de la casa. Un plato de wagyu, convertido ya en una auténtica seña de identidad de Etéreo by Pedro Nel, reflejo del mimo y la excelencia con la que el restaurante trabaja las carnes. Una propuesta que pone en valor la calidad del producto, el dominio del punto y una selección cuidada que ha hecho de las carnes uno de los grandes atractivos de la casa, reconocibles y memorables para quienes se sientan a su mesa.

El apartado dulce llegó como un auténtico homenaje al territorio con una reversión del Plátano de Canarias, concebida como una oda a uno de los productos más emblemáticos del archipiélago. El postre combinó una mousse de plátano y vainilla con glaseado de chocolate blanco, acompañada de una cremosa espuma de mascarpone y vainilla, plátano impregnado en miel, esponja de avellana y avellanas garrapiñadas, culminando con un helado de vainilla casero que aportó equilibrio y frescura. Un cierre delicado y lleno de matices, donde técnica y producto local se dieron la mano para despedir la velada con la misma elegancia con la que comenzó.
Más allá del menú, la cena fue, sobre todo, un acto de gratitud. Un agradecimiento sincero a quienes acompañan el proyecto, lo cuentan, lo viven y lo comparten año tras año. Etéreo no solo invita a comer, invita a formar parte de su historia, y quizás por eso este encuentro se ha consolidado como una cita esperada: porque aquí la gastronomía se convierte en excusa para celebrar vínculos reales.

Para quienes aún no conocen Etéreo by Pedro Nel, estas fechas son el momento perfecto para cruzar la puerta, sentarse sin prisas y dejarse llevar por una cocina que emociona desde la honestidad y el detalle. Porque Etéreo no es solo un restaurante: es un lugar al que siempre apetece volver.
