Puedes encontrar a Edgar Carballo dando saltos con una moto de cross; ajustando y limpiando una de sus bicicletas; con una pala excavadora trabajando en su circuito o recogiendo papas con su suegro. Este incansable joven, nacido en 1988 en el municipio tinerfeño de Arafo, tiene un profundo espíritu de lucha que le ha llevado a ser uno de los ciclistas de descenso y enduro más prestigiosos a nivel internacional.
Actualmente, corre como profesional para el Orbea Fox Enduro Team; cuenta con varios campeonatos nacionales de Enduro y Descenso entre su amplio palmarés y ha participado en la prestigiosa Copa del Mundo. Pero el camino para llegar hasta ahí “no ha sido nada fácil”.
Desde sus inicios tuvo que superar las adversidades. “Con tan sólo 15 años y animado por la gente que me seguía, debuté en el Campeonato de España que se celebró en Candanchú. Mandé mi bici por correos pero nunca llegó, así que conseguí que me prestaran una y logré el subcampeonato”, nos cuenta.
Su familia siempre le apoyó aunque le mantuvieron con los pies en la tierra. Tuvo que compaginar desde pequeño los estudios y el trabajo con su padre, arreglando camiones. “Ir en bici me motivaba a trabajar duro con mi padre, además gracias a eso tengo muy buenas manos como mecánico”, oficio en el que se titularía más tarde.
Cuando se decidió a apostar por su carrera deportiva, cogió sus ahorros y viajó en su furgoneta por toda Europa, en la que vivía durante largas temporadas para poder participar en las pruebas. “Viniendo de los Alpes, se me rompió la furgoneta en la costa francesa. Me tuve que quedar una semana tirado en un pueblo perdido hasta que el seguro lo arregló”, recuerda ahora entre risas. Otras veces se quedaba sin dinero y los amigos le tenían que ayudar. “Da igual, tu corre y ya verás que pasa y al final todo saldrá”, se decía a sí mismo cada vez que estaba en problemas.
Pese a que elige Tenerife como el mejor destino del mundo para practicar bicicleta de montaña, a veces entrenar es complicado para él por las restricciones en los espacios protegidos de la Isla. Por eso, consiguió que tanto el ayuntamiento de Arafo como vecinos del pueblo le cedieran unas fincas para poder practicar. “He metido la pala, he hecho diferentes circuitos y bastantes saltos”, nos confiesa agradecido.
Ahora trabaja en un proyecto que le ilusiona especialmente porque es para los jóvenes: “Tengo proyectos hechos con el Cabildo de Tenerife para crear un Bike Park en un cortafuegos que se puede adaptar a cualquier zona. Sería un triunfo por la cantera y por los niños que empiezan”.
Cualquier otro hubiera abandonado por el camino, se hubiera dedicado a otra cosa. Pero es tal la pasión de Edgar que ha luchado con todo para hacerse un nombre en este deporte.