
Cada verano, Tenerife entera pone rumbo al sureste de la isla. El destino es Candelaria, que alberga a la patrona de Canarias, y el motivo, una de las tradiciones más sentidas del archipiélago: la caminata del 14 de agosto. Más que una peregrinación religiosa, es una experiencia colectiva donde se entrelazan la fe, la identidad y la celebración popular.
Ubicada frente al océano Atlántico, la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria se convierte en el epicentro espiritual de la isla durante estas fechas. En su interior se venera a la Virgen Morena, cuya imagen es símbolo de devoción para miles de personas. A su alrededor, en la plaza, las estatuas de los Menceyes guanches observan en silencio el ir y venir de los peregrinos, como testigos de una historia que se remonta a siglos atrás.
La noche del 14 de agosto, desde distintos rincones de Tenerife, comienzan a llegar caminantes. Familias enteras, grupos de amigos, promesantes y curiosos emprenden el trayecto a pie, algunos desde lugares tan lejanos como La Laguna o el norte de la isla. No importa la edad ni la condición física: lo que mueve a los peregrinos es la emoción compartida de llegar juntos a la meta.
En el camino, se mezclan los rezos con las risas, las velas con las mochilas, las flores con los disfraces. Hay quienes cantan, otros hacen paradas para comer o descansar, y muchos aprovechan para reflexionar o agradecer. Es una noche larga, pero también mágica. Las carreteras se llenan de vida y las montañas resuenan con ecos de tradición.
Al llegar a la basílica, se celebra una misa solemne que culmina con ofrendas de flores y velas a la Virgen de Candelaria. El ambiente es de recogimiento, pero también de orgullo colectivo. La devoción se palpa en cada gesto, en cada lágrima, en cada oración susurrada entre la multitud.
Tras el acto litúrgico, la noche se transforma en fiesta. Las calles del municipio acogen conciertos, danzas folclóricas, espectáculos pirotécnicos y un sinfín de actividades culturales. La tradición se celebra no solo con el alma, sino también con el cuerpo, en una comunión entre lo religioso y lo popular.
El día grande es el 15 de agosto, cuando tiene lugar la romería en honor a la Virgen. Los asistentes visten sus mejores trajes típicos y acompañan a la imagen con parrandas, bailes y ofrendas. Es una jornada de orgullo canario, donde el folclore, la gastronomía y las raíces culturales ocupan el centro de la escena.
Declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, esta celebración es también una oportunidad para redescubrir el valor de las tradiciones vivas, que no se mantienen por obligación, sino por el deseo de un pueblo de no olvidar quién es ni de dónde viene.




